lunes, 27 de junio de 2016

14. TOLERAR LA FRUSTRACIÓN

El fracaso es sólo la oportunidad
de comenzar de nuevo...
¡De forma más inteligente!
Henry Ford


Vivir  es ilusionarse, es desear, es emocionarse. En su más remoto origen, el deseo y la ilusión, como motores de la acción humana, son simples respuestas instintivas.

Cuando deseo y realidad no coinciden, entra en primer plano la frustración. La frustración es parte de la vida, no podemos evitarla, ni escapar de ella. Hay que afrontarla.

A partir de aquí surge la tolerancia a la frustración. Es decir, la habilidad para manejar con inteligencia la situación cuando no conseguimos aquello que queremos.

Para mantener nuestro bienestar psicológico, nuestro cerebro debe percibir control de la realidad. Cuando se pierde ese control surge la frustración como mecanismo de recuperación de ese bienestar. Por eso es fundamental aprender a tolerar la frustración, a darle la bienvenida, y a abordarla con sabiduría para sentirse bien de nuevo, incluso mejor que antes, ya que se aprende a afrontar con éxito las dificultades y problemas que se presentan en nuestras vidas.

Tolerancia significa respetar, aguantar algo que no queremos o entendemos. Significa superar un escollo, aceptar lo que no se ha deseado. Por eso tolerar la frustración es parte de nuestra inteligencia.

Si nos encontramos ante una ofensa, se despliegan de forma automática  la frecuencia cardíaca o la liberación de hormonas, como forma de poner al organismo en marcha,  y éstos no pueden controlarse. Sin embargo, lo que se refiere al plano del comportamiento, a lo que hacemos con esa explosión emocional, sí que puede controlarse.

Para ello las pautas educativas son fundamentales:

1. Comprender la frustración, aceptar la ira y ser amable con ella.

2. Pero ser firme con lo que decimos y sabiendo decir no: mediante la empatía, la coherencia, la claridad y la brevedad.

3. Defender el lenguaje interior y dejar que nuestro yo interno tome sus propias conclusiones, que sea capaz de pensar, apoyándonos en los argumentos en contra de la justificación de nuestra ira.

Es decir, debemos actuar con amabilidad con las emociones, pero ser firmes y coherentes con las conductas.

De una experiencia frustrante, se puede salir fortalecido y empoderado o por el contrario, desesperado y colérico. Lo hay que conseguir es buscar un equilibrio inteligente, mediante nuestro autocontrol emocional, entre nuestros deseos y obligaciones.

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